miércoles, 31 de octubre de 2018

 
 
Es una pena que no seamos capaces de transmitir esa experiencia a nuestros hijos. Antes teníamos a nuestros padres y a los padres de todos nuestros amigos y vecinos. Cualquiera te podía dar un toque de atención o ayudarte si pasaba algo.

Ahora nadie conoce a nadie y no dejamos que nuestros hijos jueguen con la tranquilidad con la que nos dejaron a nosotros. Las notícias solo hablan de secuestros de niños y demás degeneraciones de la mente humana. Nos ha venido a ver el miedo encapsulado en grajeas televisivas y nos lo hemos merendado como el pan con chocolate que nos daban.

La cultura de la seguridad se ha extendido en nuestro cuerpo y mientras tomamos todas las precauciones no nos damos cuenta que se nos pasa la vida. La lógica del respeto mútuo y personal, se ha volatilizado dejando solo nuestro interés por tener razón y el otro no.

No pude acudir a la reunión de principio de curso, pero supe que la profesora de este año, la maestra, la docente, puso un golpe de cordura al dirigirse a los padres.

"No trasladéis los problemas que puedan tener vuestros hijos fuera de los muros del colegio. Ellos se enfadan hoy, pero se les pasa, a los adultos no"

Pertenecemos a la generación educada por personas formadas en el franquismo, bajo unos valores, algunos de ellos más que cuestionables. Pero tuvimos suerte.

A ellos les tocó trasladar la nueva situación política de los 70 y 80 a las aulas. Parte de lo que tuvieron que aprender ya era obsoleto. La veleta de los valores giraba en dirección democrática y eso les llevó a formarnos como personas con capacidades propias para distinguir el bien del mal. Nos enseñaron a pensar.

El viento va cambiando de dirección volviendo loco al gallo de la veleta. Ya no se trata de pensar por uno mismo, ahora has de tener la precisión de un cirujano para expresarte sin que alguien pueda levantarse en armas contra tí señalándote como facha, nazi, opresor heteropatriarcal, misógino o machista. Se nos ha olvidado que las palabras son un medio, no un fin.

Observo con preocupación por donde está circulando toda esta corriente que extermina la razón para afiliarte por decreto a cualquier ley que anteponga el hecho biológico de tu sexo a la valía personal, el esfuerzo y la capacidad de resolución de problemas



Dejamos por el camino el talento y la calidad de unas mentes que fueron programadas para el progreso real, para hacer mejor las cosas y estar en constante evolución. Ahora todo va muy deprisa y se nos cuelan planos erróneos en las noticias de las 9, cuando antes se afinaba todo para que sonara casi perfecto. Nos lo tragamos como bueno en base a verlo todos los días, mientras que por la puerta de atrás se nos despide la coherencia avergonzada por nuestra actitud. Nadie se queja.

Los juegos de antes, el guá, la peonza, el sambori, las chapas, el fútbol o la tabla con ruedines, eran ejemplos simples que no tenían sexo, nunca nos preocupamos por eso porque nos educaron como lo que somos, iguales. Un tiempo en el que solo si llovía no salías a la calle, donde a las 18 o 18:30 comenzaba la programación infantil que me perdía por estar jugando con mis amigos al pañuelo, a la comba, al escondite o al "churro vá". Todos ellos juegos colectivos en la que solo era necesario participar. Ahora estamos jugando de cara a la galería con el móvil en la mano, para que vean que tengo el último grito en tecnología y molo porque estoy en la onda de las nuevas tendencias.

Sin embargo, la vida sigue y a mi todo esto no me divierte, pero soy uno más, no me quejo. Me he cansado de ser el raro que va contracorriente. No puedo ver los adentros de las personas. Quizás mi endeblez e inocencia me hiciera experto en leer caras para tratar de anticiparme a las reacciones de la gente. Por eso cuando he alzado la voz en señal de protesta ante semejante tropelía, me he quedado solo. En la acera de enfrente la lección aprendida de pensar como la mayoría para evitar ser tachado de la lista, sus caras lloraban sin lágrimas ante la disputa interna entre la razón y el interés por no ser excluídos del grupo. El mal ya está hecho. Y lo peor de todo, lo veíamos venir y no hicimos lo suficiente para frenarlo.

Ahora, a seguir pokémons allá donde los intereses verdaderos los coloquen.